¿En qué consiste ser un buen profesional de la Medicina?.
Probablemente, la idea más arraigada sea considerar como tal a quien posea una
competencia científico-técnica que le permita lograr, de una forma más o menos
constante, unos buenos resultados diagnósticos y terapéuticos. Ahora bien, aún
siendo sin duda necesaria, esta condición resulta insuficiente en la
Medicina asistencial que, más allá de la mera aplicación de conocimientos
teóricos, precisa de otros componentes relacionados con aspectos humanos,
éticos, sociales y profesionales que completan y enriquecen el perfil
científico-técnico, dando sentido a la actividad clínica, y en los cuales
reside su singularidad, lo que la diferencia del resto de profesiones u
ocupaciones.
Dr. Gregorio Marañón. |
Más aún, si bien toda buena persona se define en esencia por su capacidad de respeto, tolerancia y solidaridad, trasladada como norma de conducta a todos y cada uno de sus actos, en el carácter de todo cuidador resulta también imprescindible la actitud empática, que radica en el esfuerzo por hacer nuestra la realidad del otro, por compartir y comprender, sin juzgar, sus emociones y sentimientos y adaptarse a sus necesidades para poder intervenir del modo más efectivo. Así pues, en mi opinión, sólo cuando el médico haya hecho de esta actitud un compromiso profesional y vital, eso que Julián Marías denomina “instalación vital”, podrá aspirar a la excelencia de su práctica clínica.
Por el contrario, la soberbia, si bien no el único, sí me parece el
peor enemigo de un médico. Y no me refiero al legítimo, y útil, sentimiento de
orgullo por lo que somos, sino al arrogante desprecio de lo que son los demás. Cuando
alguien se considera por encima del resto, no sólo está negando su vinculación
solidaria con el otro -lo que le impide escuchar y estar atento a las demandas
de quien está a su cuidado- sino, lo que aún es peor -por el indudable peligro que
comporta, dada la fecha de caducidad de los conocimientos teóricos-, le incapacita
para reflexionar sobre su práctica, para ser consciente de sus propias limitaciones
y, por consiguiente, para estar predispuesto a mejorar, a superarse. En estas
condiciones, por muchas titulaciones y cargos académicos que se consigan, nunca jamás
se podrá llegar a ser un buen médico.
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