sábado, 1 de agosto de 2020

COVID-19 y personas mayores: avanzando paso a paso

La pandemia por COVID-19 está golpeando con especial dureza a las personas mayores. La mayor probabilidad de padecer comorbilidades y un sistema inmunitario menos eficaz, entre otros factores, les expone a un mayor riesgo de formas graves de la enfermedad y multiplica hasta por cinco sus posibilidades de morir a causa de ella.

En España, al igual que en otros países de nuestro entorno, más de 9 de cada 10 personas fallecidas hasta ahora por esta infección eran mayores de 65 años, casi la mitad de ellas atendidas en residencias, en donde han supuesto en torno al 72% del total de muertes, un 5% de la población de dichos centros.

Tasa de mortalidad por COVID-19 en España a 22 de mayo de 2020
Fuente: statista.com

La COVID-19 está suponiendo una desproporcionada e intolerable amenaza sobre la salud, vidas, derechos y bienestar de las personas mayores, uno de los colectivos sociodemográficos más vulnerables. Tenemos ante nosotros el desafío de minimizar estos riesgos, desde la atención a sus necesidades y derechos sobre la base de la mejor evidencia científica disponible, y ello supone, necesariamente, intentar entender lo mejor posible cómo se comporta la enfermedad en la edad avanzada. 

Nos enfrentamos a un proceso que muestra una aparente heterogeneidad en relación a la edad, tanto en su forma de presentación como en la respuesta al tratamiento y en los resultados clínicos. En las personas mayores, sabemos que puede presentarse en ausencia de los síntomas descritos como clásicos o cardinales, progresar con mayor rapidez a formas graves, responder peor a la terapia de soporte intensivo, asociarse a ingresos hospitalarios más prolongados y, como se ha mencionado, conllevar un mayor riesgo de muerte.



En un intento de describir más en detalle la forma de presentación clínica de la enfermedad en personas mayores y de establecer una relación con los resultados clínicos, Knopp et al., han estudiado de forma prospectiva a 217 personas de 70 o más años de edad (con una mediana de 80 años) ingresadas durante los primeros 100 días de la pandemia en un centro hospitalario de primer nivel del Reino Unido.

Además de los datos sociodemográficos, los autores tuvieron en cuenta la presencia de los síntomas más habituales de la enfermedad (fiebre, disnea, tos y trastornos intestinales), y de síndromes geriátricos (movilidad reducida, delirium y caídas), cuantificaron el grado de fragilidad mediante la escala CFS y midieron los niveles de PCR y la relación neutrófilos/linfocitos como marcadores inflamatorios. Como variables de resultado, consideraron la mortalidad, tanto durante el ingreso como tras el alta, y el deterioro físico o cognitivo al alta, en tanto indicador de necesidades de rehabilitación. 

El análisis de los datos arroja algunos resultados destacables:
  • Ni el sexo ni  el grado de fragilidad al ingreso mostraron una relación directa significativa con una mayor mortalidad; sí la edad (HR=1.1), al igual que la presencia de disnea (HR=2.0), fiebre (HR=1.97) o delirium (HR=1.9).
  • Con respecto a las necesidades de rehabilitación al alta, tan sólo la presencia de delirium mostró una asociación significativa.
  • El grado de fragilidad se correlacionó significativa e inversamente con el grado de inflamación sistémica al ingreso.
  • Prácticamente uno de cada ocho pacientes ingresados no presentaba los síntomas cardinales de la infección.

Además de contribuir a mejorar el conocimiento sobre las formas de presentación de la COVID-19 en pacientes mayores y a facilitar la información pronóstica al ingreso, este estudio apunta hacia el apasionante campo de la relación entre fragilidad, inflamación crónica e inmunosenescencia y su posible efecto sobre la respuesta a la infección y la subsecuente inmunidad y, por tanto, también sobre la inmunogenicidad de la futura vacuna.